La Pitaya de Mayo





El Rincón de Zalacaín


Jesús Manuel Hernández




La imagen de la marchanta frente al Paseo Bravo le refrescó la memoria al aventurero siempre ansioso de obtener y consumir los productos de mercados populares famosos y cotidianos en su infancia.






El paseo por los mercados, cuando niño, le había costado varios accidentes, pisotones, golpes de "diablito" y cargadores de mercancías, medio borrachos, con olor a pulque matutino.





La tentación de tocar los productos también le había producido regaños y disgustos, "si no compre no mallugue" -las tías y la abuela reían, habían intentado corregir a las marchantas con la palabra correcta "magullar y no mallugar", pero había sido inútil siempre, ese era el lenguaje de los vendedores del mercado.





Meter las manos en los costales de maíz, frijol, lentejas, garbanzos, ayocotes, le había producido algún piquete de animal escondido en ellos.





¡No metas las manos niño, te va a picar un alacrán!, decían, pero él disfrutaba la sensación alrededor de sus manos cuando los granos se movían al no oponer resistencia.





A los costales de chiles nunca metió las manos, el olor le alejaba.





Pero los peores recuerdos habían sido cuando en el patio de la casa de la abuela quiso coger un "órgano" un cactus pequeño, en su casa abundaban, estaban sembrados en macetas pequeñas forradas de pedacearía de talavera; las espinas pequeñas, delgadas, muy finas, se le metieron en los dedos y costó mucho dolor y tiempo quitárselas.





Algún vecino había aconsejado meterlas en agua caliente y luego fría pero con ello la espina se metió más en la carne del pequeño aventurero recién iniciado en "no cojas eso niño".










Pero la más desagradable experiencia había sido cuando una de las tías con familia en Tepeyahualco le había sorprendido con un fruto rojo intenso, muy llamativo y agradable a la vista de un sabor inconfundible, se lo había llevado a la boca con un tenedor de por medio y le invitó a morder.





Así conoció Zalacaín la "pitaya" fruto de la cactácea. Pero no se enteró cómo se había pelado. Meses después en el mercado encontró una canasta a un lado de la marchanta quien limpiaba las pitayas rojas con una gran experiencia, sin siquiera hacer caso de las espinas de todos tamaños al rededor del fruto del cactus, como si se trata de una defensa para no ser tocadas o consumidas.





Y ahí va el Zalacaín torpemente a coger con la mano la pitaya para llevarla a la marchanta, no alcanzó ni a sacarla de la canasta de mimbre, la soltó en medio de llantos y gritos. Las risas y los regaños se unieron a su lamento.





Así aprendió el aventurero a respetar a la pitaya de la cual se enamoraría poco tiempo después por su sabor, rareza y enormes beneficios a la salud.





En su casa se esperaba el mes de Mayo para acudir al mercado o bien recibir de los parientes de Tepeyahualco dos o tres cajas con las primeras pitayas.





Se limpiaban con el canto del cuchillo, las espinas se guardaban, luego con el filo se abría la cáscara de la Pitaya de Mayo, se desprendía y se colocaba el fruto de un rojo brillante y jugoso salpicado por las diminutas semillas negras.





Usualmente se colocaba un platón por algunos minutos en el refrigerador con las pitayas peladas y luego a devorarlas. Su sabor era dulce y traía como consecuencia en algunas personas el aumento de color rojo en la orina o al defecar, a algunos ancianos esto no les espantaba, incluso consumían las pitayas como forma de limpieza de las vías urinarias.





Otro pariente, don Mariano, padecía diabetes por un "susto" decía él, y consumía regularmente la Pitaya de Mayo pues le resultaba benéfica la fibra y la miel para bajar el índice de azúcar de su organismo.





Años después Zalacaín leyó un documento de la Universidad Autónoma Metropolitana sobre las investigaciones en torno a la pitaya y otros frutos de las cactáceas, y efectivamente, como decía don Mariano sin tanto conocimiento científico, "la pitaya absorbe los derivados de la glucosa, evita que entre al torrente sanguíneo, ya que en el tracto digestivo se adhiere a las películas de la glucosa y eso hace que sea más complicada la absorción en el cuerpo, entonces aunque no hay una molécula o elemento que reaccione directamente, sí hay un efecto que impacta de manera positiva", decía el texto.





Para reforzar el tema Zalacaín había obtenido otro texto atribuido a Gonzalo Fernández de Oviedo Valadez, quien en 1535 escribió en su "Historia general y natural de las Indias" en el capítulo XXVI llamado "De los cardones en que nace la fruta que llamanpitahaya", lo siguiente:





"Es sana fruta que a muchos sabe bien; pero yo escogería muchas antes que a ella. Hace en la orina lo que las tunas, aunque no tan presto; pero a dos horas que se comen dos o tres de ellas, si orina el que las comió, parece verdadera sangre lo que hecha. No es mala fruta ni dañosa y es de bien parecer a la vista. Los cardones donde nacen estas pitahayas es cosa fiera y de mucha salvajez...".





Zalacaín llegó al texto al buscar la diferencia entre "Pitaya" y "Pitahaya"; ciertamente la pitahaya es de una forma diferente a la Pitaya de Mayo, tiene pétalos y se le conoce como la Pitahaya de Agua, muy común en Huajuapan de León, Oaxaca; pero en el texto de 1535 se escribía con la "h" intermedia, perdida después.





El nombre decía el mismo texto significaba "fruta escamosa".





¿Y las espinas guardadas? Ese era otro tema, recordó el aventurero mientras veía colocar las Pitayas de Mayo en bolsas de plástico transparente parta su venta y protección del humo de los autobuses de pasajeros.





Las espinas se guardaban en una bolsa de papel una vez lavadas y eran sacadas; cuando algunos de los miembros de la familia padecía una fuerte tos, seca o no, eso no importaba; entonces se tomaba un puñado de las espinas de la Pitaya de Mayo y se hacía un te, el agua se tornaba rojiza y la bebida se consumía como agua de tiempo preferentemente caliente, al día siguiente la tos desaparecía.





Su carne también era usada para dulces de platón, el ante por ejemplo, mezclada con camote blanco o cuando ya estaba muy madura se hacía cajeta. ¡Vaya con la Pitaya de Mayo!





elrincondezalacain@gmail.com













Clima:

Entradas populares

Contacto:

d13noticias@gmail.com

Vistas a la página totales