Xícara, de México al mundo




Para los mexicanos es cada vez menos común escuchar o usar la palabra "Jícara", o "Xícara" como se denomina a esa vasija o recipiente de la corteza del fruto crecido del árbol conocido como Güiro, originario de América y cuya trascendencia estuvo muy relacionada con la gastronomía, principalmente con su uso para mover el "pochotl", o "pozolli" como le decían en náhuatl y cuya versión más coloquial terminó en "pozol" la bebida elaborada con la mezcla de cacao y granos de maíz.






Los españoles quedaron sorprendidos de la fuerza de esta bebida empleada por varias comunidades para soportar el cansancio en los viajes de ahí el interés de algunos de los conquistadores por descubrir la forma de preparar la masa de las llamadas "almendras del cacao".





Una frase del sureste lo dice todo para integrar a la Jícara con el cacao y el pozol: "El meneadito de la jícara o el meneadito pozolero".





La Jícara servía lo mismo para menear como para beber, su tamaño era ideal para proporcionar la dosis reglamentaria y a la fecha se continúa usando a manera de recipiente donde se bebe el chocolate de agua, o para servir agua o para adornos caseros pues las obras pictóricas, los decorados dentro y fuera de la Jícara son muy llamativos.





Zalacaín repasaba unos textos donde la figura central era el español venido con Juan de Valdivia, de nombre Jerónimo de Aguilar a quien algunos historiadores ubicaron como fraile. Aguilar naufragó frente a las costas de Yucatán junto con Gonzalo Guerrero quienes viajaban con Vasco Nuñez de Balboa en 1510 para fundar Santa María de la Antigua del Darién, también llamada Cunamá, en el Istmo de Panamá.





Jerónimo cayó preso de los mayas y estuvo entre 1511 y 1519 conviviendo con sus costumbres hasta ser rescatado por Hernán Cortés.





Pues bien, Jerónimo de Aguilar conoció de cerca la gastronomía maya y se aficionó a ella a tal grado de ser el autor de la concepción del "Chocolate", según la versión ibérica.





Los mayas y precolombinos usaban el cacao como moneda y también en su forma primitiva para producir la bebidas energética en su estado natural y de sabor amargo.










Jerónimo de Aguilar es considerado el inventor de la primera masa de cacao, se propuso, según sus historiadores hacer un "Manjar" con el cacao. Aguilar era sevillano, estaría influido por la gastronomía árabe de dulces y manjares de arroz o de pechuga o agua de azahar o con almendras, eso posiblemente pudo estar en la mente del fraile al momento de empezar a moler los granos del cacao hasta formar una pasta con un mortero de piedra o tal vez, quién lo sabe, usando un metate.





Esa misma leyenda donde Jerónimo es el personaje central, menciona la mezcla de la miel para atenuar el amargo sabor del cacao natural.





Cortés y quienes le rescataron de entre los mayas quedaron sorprendidos de la mezcla conseguida y procedieron a empacar el cacao y su masa.





Pero todo esto le llevó al aventurero Zalacaín a un tema fundamental, la relación entre el chocolate y la Jícara en mesoamérica. Es entendible el origen de Xícara, pero cómo fue la aceptación de los españoles a denominarle de la misma forma al recipiente para servir el chocolate y otro tipo de alimentos. ¿Sería esta la primera influencia de lengua mesoamericana sobre el idioma castellano? Curiosamente el aventurero había descubierto en España una palabra similar, los valencianos usan "xicra" para identificar al mismo artefacto mexicano. ¿Casualidad, coincidencia? Tal vez la similitud entre Xícara y Xicra diera a los conquistadores una palabra coloquial aceptada por ambas culturas y se quedara en la mexicanísma Jícara.





Además de exportar el cacao y el chocolate de la Nueva España, los europeos también aceptaron la costumbre de cómo beberlo, o "menearlo", en la Xícara, pues en muchas referencias históricas se menciona, por tanto, esa también fue una aportación de Mesoamérica al mundo.





Cuántos usos no se han dado a las Jícaras en la vida cotidiana de los mexicanos. Hubo épocas cuando la gente se bañaba en los patios de las vecindades o en su casa dentro en una tina de lámina o de madera y el agua se arrojaba sobre el cuerpo a "jicarazos", cuando el plástico no había llegado a nuestras vidas.





El árbol del Güiro es donde se producen esa especie de calabazas redondas, esféricas, donde el ingenio del campesinos le llevo a ponerle una cincha a la mitad y provocar con ello un cambio en su formación, así se observa una especie de número 8 donde se transporta agua como si de un cantimplora se tratara, lo mismo sirve para el vital líquido como para el pulque en las jornadas de labor en el campo.





Otro tipo de Jícaras se producen con el nombre de "Calabaza de Peregrino", "Porongo" o "Bule Guaje". Muchas de ellas han dejado de ser utensilios de la cocina o de la mesa y han pasado a ser objetos decorativos. Un sinnúmero de colores, dibujos de animales, flores, paisajes, etcétera, se han dejado impresos por las manos de los artesanos en las Jícaras.





La región de Izúcar de Matamoros es famosa por la variedad de artesanos dedicados a decorar las Jícaras, algunas se convierten en verdaderas obras de arte y alcanzan precios importantes,





A Zalacaín le traía recuerdos el tema de las Jícaras pues en su casa se usaban como jaboneras, como depósitos de agua para el lavamanos cuando se usaba colocado sobre un pedestal con un aro arriba, para la palangana y otro abajo para la jarra de agua, las tías abuelas agregaban la jícara, por su fácil manejo.





Los días de la feria de Corpus Christi en Izúcar, acostumbraban visitar el mercado y comprar las jícaras decoradas, esas eran de Olinalá, Guerrero, junto a las caja de Linaloe, del mismo pueblo, las abrían y respiraban el olor inconfundible para saber si realmente eran de la auténtica madera por dentro o sólo la tapa, como muchos artesanos lo hacían y con ello ganaban más dinero y engañaban al comprador, la madera de Linaloe se usaba para guardar todos los encajes, carpetas de hilo, y los "Sachet" con cabellos de las personas queridas o amadas, flores o recuerdos importantes...





Había otras cajas, con cerradura, en ellas se guardaban las cartas de amor... Esas nunca fueron vistas por Zalacaín.








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