En la cúspide de la Torre Norte del World Trade Center, donde el cielo parecía más cercano que la tierra, trabajaba un joven poblano que había dejado atrás la sierra mixteca en busca de un sueño. Su nombre era **Antonio Javier Álvarez**, nacido en **Santa Inés Ahuatempan**, Puebla. Tenía apenas **22 años** cuando el 11 de septiembre de 2001, el mundo cambió para siempre… y su vida se apagó entre los escombros de una tragedia global.
Antonio era **mesero en el restaurante Windows on the World**, ubicado en los pisos 106 y 107 del WTC. Ese día, como otros 72 trabajadores, cumplía con su jornada sin saber que sería la última. **34 de ellos eran hispanos**, y Antonio fue el único poblano plenamente identificado entre las víctimas.
Migró a Estados Unidos a los **17 años**, junto a su hermano Isidro, buscando oportunidades que su tierra natal no podía ofrecer. Isidro sobrevivió por azar del destino: ese día no estaba en la torre. Antonio no corrió con la misma suerte.
Sus padres, **Armando y Guadalupe**, aún viven en Ahuatempan. Cada 11 de septiembre, encienden una vela junto a unas cenizas traídas desde la **Zona Cero**, como acto de memoria y amor. “Aquí la vida es muy dura”, dijo su padre a un medio internacional. Y esa dureza fue la que empujó a Antonio a cruzar fronteras.
Este homenaje no es solo para recordar su nombre, sino para **darle rostro y voz a los migrantes invisibles** que construyen sueños en silencio. Antonio no fue una cifra más. Fue hijo, hermano, amigo, trabajador. Fue poblano. Y su historia merece ser contada.
Hoy, desde Tepexi de Rodríguez, desde la Mixteca poblana, desde cada rincón donde la migración es esperanza y dolor, **honramos su memoria**.
🕯️ *Antonio Javier Álvarez (1979–2001)*
🌎 *De Ahuatempan al cielo de Nueva York*
📍 *Víctima del atentado del 11-S en el WTC*
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