El Cereso de Tepexi: visita guiada



Ahí está un volcán, rompiendo un cielo de nubes ligeramente grises. Sería una magnífica postal, de no ser por los altos muros que impiden la salida de todo aquel que no sea una visita. Desde las torres y los puntos elevados, los custodios observan con atención cada movimiento, acariciando a ratos sus armas de largo alcance con miras telescópicas.



Es una postal non grata, el patio de visitas del Cereso ubicado a las afueras de Tepexi de Rodríguez, una plazuela con palapas junto a una pequeña cancha de futbol. Sobre el piso de cemento se distinguen líneas rojas y blancas que delimitan donde pueden estar o no los internos. Alrededor se levantan mallas de seguridad que separan el área común, los talleres de trabajo, las aulas de educación a distancia y los cuatro pabellones de dormitorios, además de las oficinas administrativas y el hospital.



Es en el patio donde el secretario de Seguridad Pública del Estado, Ardelio Vargas Fosado, preside un acto cívico ante medios de comunicación, trabajadores administrativos y custodios para entregar certificados de primaria y secundaria a internos que continúan con sus estudios dentro del Cereso, como parte del programa de reinserción social.



Al respecto, destaca que 90 por ciento de los 952 internos se encuentran estudiando en sistemas como Prepanet y cursos a distancia, asesorados por el Tecnológico de Monterrey, institución que les ha proveído material de apoyo como computadoras con acceso a internet –restringido- para uso de los reclusos. Dos de ellos estudian licenciatura, uno en leyes y otro en administración.



Además, 904 internos trabajan en actividades de manufactura textil y artesanías, lo que les permite obtener un ingreso de entre 700 y 1200 pesos por semana, dependiendo de sus capacidades.



Durante su discurso, Vargas Fosado insiste en repetir que se trata de un centro modelo a nivel estatal y nacional, con un sistema de reinserción que el gobierno de Rafael Moreno Valle pretende reproducir en al menos diez de los 22 penales en la entidad en un mediano plazo, además de la construcción de un Centro Psiquiátrico especializado para los 140 delincuentes con deficiencias mentales.



A lo lejos, tras las mallas, algunos reclusos juegan futbol o básquetbol. Se detienen para mirar el evento y permanecen quietos, vigilados por una treintena de custodios que permanecen cerca de ellos.



El secretario habla también sobre el pago de cuotas que algunos custodios recibían para dejar pasar a las visitas y asegura que esos tiempos han terminado desde que inició la nueva administración. Un guardia sonríe. Algunos internos se mueven en sus lugares y se miran entre sí.



En el evento toca la Banda Sinfónica de la Policía y mientras los internos con buena conducta que obtuvieron permiso para estar presentes reciben un desayuno, el secretario y el director del Cereso, Julián Moreno Pineda, junto con otros administrativos y custodios, nos guían a los salones de clases donde internos presentan exámenes o realizan consultas.



En el camino, Aurelio Hernández, quien ha permanecido en la cárcel más de 13 años por homicidio calificado, nos muestra sus pinturas. La China Poblana, la Virgen de Guadalupe, El Gallito en Paseo Bravo, todos a contra luz con el sol de fondo “porque dicen que nosotros somos sombras, pero la sombras también tienen vida. No se mueven si no se mueve una persona” explica.



Aurelio ha expuesto en Tepeaca, donde una pintura suya fue comprada. Era contador público, egresado de la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla. Tiene 31 años y aún le faltan 22 años de condena, sin embargo, espera que la nueva ley reduzca su sentencia. Dice también que mientras se porte bien, no se gana castigos, pero se niega a especificar cuáles son las sanciones que pueda recibir. Apenas murmura “veinte o más días de aislamiento”.



Ardelio Vargas le promete buscar espacios para exponer su obra y encarga la tarea a su hija, Guadalupe, presidenta del Voluntariado de la SSP. Después de los salones de estudio, nos conducen a los talleres de trabajo.



Al pasar una reja, se distingue el olor a pintura, agua podrida y algo más que no se puede identificar. El primer taller es el de manufactura textil, en la nave 10, donde se producen pantalones, camisas y uniformes escolares, con una producción de hasta 10 mil piezas semanales, según informa Nicolás Tecuaztín, concesionario de la maquiladora Marín Modas, que vende las prendas a tiendas de autoservicios como Walmart, Soriana, Chedraui y Coppel, entre otras.



En las siguientes 9 naves, los reclusos producen balones de futbol, piñatas, pinturas, bolsas de mano y de mandado, servilleteros, alhajeros de madera, muebles y piezas de repujado, algunas con gran maestría que replican la figura de la Virgen de Guadalupe, una imagen muy común en todos los talleres donde le han puesto altares.



Al entrar en las naves, los internos devuelven la mirada sin moverse de sus lugares. Casi no hablan. Algunos devuelven el saludo. Otros sencillamente nos ignoran y continúan en su trabajo. Desde miradas amables que nos llaman para explicarnos su trabajo hasta miradas fijas e inexpresivas que siguen cada movimiento con un dejo de amargura. Si van a moverse lo hacen por grupos bajo las órdenes de los custodios y con las manos en la espalda “por seguridad”.





Una de las administrativas los saluda y todos contestan “Buenos días” en la nave donde producen los balones de futbol. Al retirarnos, el secretario Ardelio Vargas les agradece y se despide. Nadie responde, apenas le miran.



El recorrido se apresura, tenían planeado llegar hasta los dormitorios, pero el tiempo pasa rápidamente y la visita termina en el hospital del Cereso, donde los médicos responsables nos indican que por las características físicas se puede catalogar de segundo nivel, con quirófano, sala de rayos x, salas generales con 11 camas, ultrasonido y hasta una sala de expulsión y cunero, pues al principio el proyecto contemplaba un área para mujeres que nunca se concretó.



Subiendo unas escaleras y después de cruzar pasillos estrechos, ligeramente iluminados por rendijas en las paredes y puertas giratorias, llegamos a la misma oficina donde nos recibieron por la mañana, a la que llegamos sin celulares ni cámaras por indicaciones de la SSP.



Ya no hubo oportunidad de entrar a los dormitorios, donde asegura el director del Cereso que no existe ni una sola basura, porque los reclusos no tienen permiso para introducir comida, radios o televisión.



Finalmente, la unidad canófila especializada realiza una demostración del trabajo y entrenamiento de los perros -pastores belgas, alemanes, pitbull y rottweiler- que ellos mismos crían en el Cereso. Desde obediencia grupal hasta control de uso de fuerza en enfrentamientos cuerpo a cuerpo con custodios vestidos de internos, los perros demuestran lo que saben hacer.



Después de eso y antes de retirarnos, Ardelio Vargas da una última entrevista para señalar que la visita fue programada como un ejercicio de transparencia y una muestra del trabajo que realiza la secretaría a su cargo. Habla de los proyectos a futuro y evita referirse al pasado, sólo habla para recalcar que con la administración morenovallista, se acabó la corrupción por lo menos en este Cereso. Vuelve a jactarse de la disciplina observada en el lugar.



Subimos a la camioneta y comienza el camino de regreso, con los terrenos verdes sembrados de maíz y las piedras blancas rumbo a Puebla. Dentro del Cereso se quedan el otro verde y el otro blanco, el verde de las paredes que no dejan salir y el blanco de las líneas que indican dónde pueden pararse los internos y dónde no.

Clima:

Entradas populares

Contacto:

d13noticias@gmail.com

Vistas a la página totales