De pecaíto frito y sevillanas








El Rincón de Zalacaín


Jesús Manuel Hernández



"Que difícil intentar salir ilesos de esta magia en la que nos hayamos presos" (J. Sabina)



Vaya cogida le han dado a El Juli, expresó un comensal al lado de Zalacaín mientras el gazpacho arribaba a la mesa. En el pasado el aventurero fue asiduo a la Feria de Abril, en Sevilla claro está; intentó escuchar con atención los detalles de cómo uno de los más populares toreros españoles había corrido con la mala suerte, pero cómo no habría de pasar, dijo el aventurero a sus amigos cuando se enteró de los colores del vestido del madrileño: catafalco y plata. En otras épocas el apoderado le hubiera gritado ¡lagarto, lagarto!, expresión usada para evadir la mala suerte de los colores.




El gazpacho empezó a calmar el hambre y los calores, vaya temperatura se sentía en la Angelópolis ese día y apenas se alcanzaba el primer mes de la Primavera. Gastronómicamente, decía el aventurero a sus amigos el calor es un enemigo de la buena mesa poblana, pues no hay muchas recetas para combatirlo, por tanto habría de poner en valor algunas de las maneras de comer de los andaluces, como ese gazpacho a base

de jitomates, pepino, pimientos rojos, aceite de oliva, sal, vinagre de Jeréz, algo de pan.




Y a propósito de la Feria de Sevilla Zalacaín contó algunas de las anécdotas de su juventud al asistir a esa, la mejor de todas las ferias españolas, resaltada siempre por la elegancia de las mujeres quienes entran en una especie de competencia por llevar el mejor vestido flamenco para bailar las sevillanas. Con más de 160 años a cuestas los sevillanos tienen la fama de organizar uno de los eventos de interés turístico internacional donde se dan cita los famosos del momento para compartir los vinos de Jerez, el Jabugo y ese genérico "pecaíto frito" donde aparecen todos los productos marinos pasados por el aceite y el adobo con peculiares y originales recetas familiares.




"En la Feria de Sevilla no se come, se pica" decía en medio de gratos recuerdos Zalacaín, quien ordenó no una copa sino una botella entera de Fino, una de las bebidas originales de Andalucía, hoy de la mano de La Manzanilla, de Sanlúcar de Barrameda, con menos demanda, su consumo ha sido desplazado por la cerveza y ese invento llamado "rebujito" donde el vino de uva Palomino se mezcla con hielo y gaseosa en jarras para tolerar el calor y no emborracharse.




La Feria de Sevilla necesitaba de un cierto entrenamiento en el cuerpo, la actividad inicia por ahí de las 12 del día, pero no se sabía cuándo terminaría, las casetas de amigos o empresas o las turísticas permanecían abiertas hasta la madrugada. En aquél entonces Zalacaín tenía muchos conocidos, bodegueros de El Puerto de Santa María y hasta con los directivos de González Byass tenía amistad, quienes le mandaban invitación personalizada, pues a las privadas no se puede entrar salvo con una tarjeta de invitación.






Y aquello era deleitarse con sevillanas, ver a las mujeres de todas las edades con sus vestidos de telas de lunares o lisos con los colores de moda, flecos cortos o largos, volantes de distintos tamaños, escotes de frente o de espalda, todo para envolver "el talle" de la mujer sin importar su peso, estatura o edad, dibujando la silueta para acompañar el movimiento del baile con porte altivo y coqueto, como cuando el torero se presenta en el ruedo y atrae el interés del toro a embestirle.




Y recordó aquél piropo a la "bailaora" quien levantaba el brazo derecho para "cortar la manzana" recorrerla en su cuerpo, tirarla y pisarla mientras le clavaba la mirada al aventurero: "Manojos de alfileres son tus pestañas, cada vez que me miras tú me las clavas, mírame mucho, que aunque pase penitas, las paso a gusto". Aquél momento le hacía reír, le había causado un enorme grado de felicidad, sobre todo por la interpretación de aquella sevillana de Rafael del Estad "Si te supiera decir", algunas estrofas decían más o menos así:



"Si se clavan las mirás

Como dicen los poetas

Si se clavan las mirás

Tú vas a estar señalá

De los pies a la cabeza



De los pies a la cabeza

Porque te miro y te miro

Y no dejo de mirarte

Y en tu cuerpo ya no encuentro

Ni un lunar que contemplarte"



Y mientras el grupo contemplaba las sevillanas, aparecían el salmorejo, el gazpacho andaluz, gambas de Huelva para pelar, langostinos de Sanlúcar, almejas a la marinera, tortitas de camarones, el cazón en adobo, pijotas, gambas fritas, chipirones, chocos, coquinas y los vinos del Triángulo de Oro, Jerez, Puerto de Santa María y Sanlúcar de Barrameda, para regar la garganta y animar la fiesta.




Después de las tres de la tarde en las casetas, contaba Zalacaín al estupefacto grupo, llegaban los platos principales, Rabo de Toro, Caldereta, Cocido Andaluz, Papas con Chocos, Garbanzos con Bacalao.




La fiesta se continuaba toda la tarde, de caseta en caseta, de vino en vino, chaqueta de lino y corbata, o traje corto de torero eran los atuendos varoniles. Los venenciadores sacaban los líquidos de las botas con maestría e iban sirviendo sobre las copas sin derramar una gota.




Ya de madrugada aparecían los churros, los buñuelos y el chocolate y en las casetas familiares el "caldo de puchero" para reponer las fuerzas, ternera, pollo y cerdo se mezclaban con verduras, apio, cebolla, zanahoria y una vez obtenido el cocimiento se daba un toque de hierbabuena.




Zalacaín había dejado pasmados a los comensales, el mesero se había quedado parado a su lado escuchando la narración y unos segundos de nostalgia provocaron alguna lágrima en sus ojos, Zalacaín levantó la copa y pronuncio: como dijo Sabina "que difícil intentar salir ilesos de esta magia en la que nos hayamos presos".













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