Los huevos fritos de Saritísima




El Rincón de Zalacaín
de Jesús Manuel Hernández




"Mientras fumo, mi vida no consumo porque flotando el humo me suelo adormecer..."



La noticia había caído como bomba aquella mañana, a Zalacaín le tomó en el desayuno, acostumbrado a leer los diarios y hoy más pegado a la maquinita de internet, se regocijaba siempre con los portales de los diarios españoles, en otras épocas, los voceadores, hoy desaparecidos, saldrían gritando a la calle con la edición vespertina "¡Extra, extra!, ha muerto Sarita Montiel, ¡Extra, extra!" Pero los medios de comunicación han cambiado y al aventurero no le había costado mucho esfuerzo acostumbrarse.



Los huevos fritos puestos sobre la mesa le esperaban. La clara bien cocida y hasta con "puntilla", ese dorado alrededor, la yema casi cruda, apenas con una ligera capa cocida para evitar se moviera, así esperaba a ser reventada por un trozo de pan crujiente. Vaya lujo.



A Zalacaín le encantaba preguntar a los expertos en cocina ¿sabes hacer un huevo frito? Escuchaba y casi siempre se divertía irónicamente de la ausencia de conocimiento para preparar lo más sencillo, aparentemente de la cocina cotidiana.



Tan simple como tener aceite caliente sin humear, con sabor de ajo o sin él, los huevos a temperatura, romper con cuidado el cascarón, soltar el huevo y con un tenedor o pala de madera ayudar a freír el huevo inclinando el sartén, al final unos granos de sal; otra técnica consistía en separar la clara del huevo, freírla primero y después colocar coquetamente la yema encima para aventarle un poco de aceite y fijarla.



Vaya recuerdos de Sarita Montiel, a quien el aventurero había tratado un par de veces en un bar de Madrid, de la calle Claudio Coello, hoy desaparecido, "El Duende" se llamaba el sitio con cortinas de terciopelo rojo rubí, y asientos forrados en la misma tela, vasos de cristal, y clientela muy selecta, por las raíces sociales y por la edad, era, digámoslo así, un bar de gente mayor, muy mayor.



La Montiel se ganó al público mexicano con una película muy exitosa "La Violetera" el cuplé de principios de siglo pasado llevado al cine por Luis César Amadori, cuya escultura fue plasmada magistralmente por Santiago de Santiago, escultor español. La Violetera estuvo por muchos años en la esquina de Gran Vía y Alcalá, sitio donde miles de mexicanos y turistas de habla hispana llegaban a "hacerse la fotografía" recordando al personaje interpretado por Sarita Montiel. Hoy día La Violetera está en el jardín de Las Vistillas, sitio donde se hará un homenaje a la diva.



Alguna vez le escuchó en una entrevista a Sarita contar sobre los Huevos Fritos de Marlon Brandon. La manchega estaba en Estados Unidos, donde incursionó en la cinematografía sin ni siquiera saber hablar inglés; talento y belleza se combinaron perfectamente en esta mujer de ojos seductores. Acostumbrada a la comida manchega, por donde pisaba divulgaba sus costumbres, y eran famosos los huevos fritos de sus almuerzos, Burt Lancaster fue el primero en probarlos cuando filmaron "Veracruz"; en alguna fiesta Sara conoció a Brandon y le comentó sobre sus huevos fritos a la manchega con un toque de ajo; el actor acabó la parranda bastante tarde, más bien temprano, y se dirigió a las 5 de la mañana a la casa de la Montiel, preguntó por ella, la sirvienta corrió a despertar a la actriz quien bajó a preparar los huevos fritos.



Saritísima, como le decían sus fans, llegaba siempre a los sitios, incluso desde la prohibición de fumar, con un puro en la mano, lo llevaba de vez en cuando a la boca, se fumaba tres o cuatro al día, nunca tragaba el humo, siempre prefería los habanos y contaba sobre la coincidencia con Ernest Hemingway en un descanso en la filmación de una película en Cuba, Piel Canela, donde la familia Gómez Mena ofreció una cena, fue ahí, donde el escritor le ofreció un puro a la manchega, quien jamás volvió a dejar de fumar. Era parte de su personalidad, de su encanto, máxime cuando el tango "Fumando Espero" le permitió posicionarse entre las cantantes preferidas de habla hispana.



Sin duda el secreto de los huevos fritos lo poseen muchas mujeres y hombres dedicados a la cocina, de esos primeros sabores en la infancia se guardan recuerdos forjadores de la comparación con el resto de los alimentos, Sarita Montiel tal vez no lo sabía, pero sus anécdotas sobre los huevos fritos con toque de ajo debieron haber reformado muchas de las costumbres de la gastronomía del Nuevo Continente. Tal vez algunos se sentirían alagados por la Saritísima, enamorada de la vida, imaginándola preparándolos como lo hizo con Lancaster o Marlon Brandon.



elrincondezalacain@gmail.com



Video en: http://youtu.be/DaJ110_yF1M












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