Café Madrileño, con leche y "croasán", cortado o carajillo




EL Rincón de Zalacaín
Jesús Manuel Hernández 







  • Breve relato sobre el tradicional "café con leche" de Madrid y la historia del "croasán"




Madrid, España.- La frase soltada por la alcaldesa Ana Botella le ha dado la vuelta al mundo "relaxing cup of café con leche", pretendió convencer a los miembros del COI de las bondades de Madrid para los turistas. El aventurero Zalacaín había hecho propia la costumbre de esa bondadosa mezcla útil para cualquier momento y en cualquier parte de la ciudad, sin importar el clima.



La costumbre ha obligado a las nuevas franquicias sobre todo norteamericanas a incluir en su oferta esta maravillosa y relajante mezcla cuyo origen e historia realmente no se conoce.



El madrileño usualmente desayuna ligero, alterna a media mañana con alguna copa y después pasa al aperitivo para concluir en la comida no más allá de las 2.30. El primer alimento suele ser un café con leche acompañado de algo de "bollería", el "croasán" a la plancha es el más común o una "barrita" de pan con aceite de oliva y tomate triturado, pocas veces se acostumbra el desayuno más grande donde se incluirían huevos, fruta, jamón, tocino, llamado "bacon" aquí, por influencia de la costumbre del almuerzo inglés.







Y después a media maña o tarde alguna otra pasada por el bar o la cafetería cercana a la oficina donde un "cortado" es consumido en un pisa y corre.



El "cortado" tal vez sea el origen del Café con Leche pensó Zalacaín. Era habitual "cortar" el Express, el café sólo también llamado, con un chorrito de leche para quitarle la fuerza. La bebida empezó a tener demanda por los españoles en el primer tercio del siglo pasado cuando los cafés madrileños eran muy concurridos en temas literarios y políticos y vino "el cortado" a sustituir al "carajillo", ese café solo mezclado con algún aguardiente, a veces orujo, otras anís, ron o brandy, éste último prácticamente en desuso.



Había en aquellas épocas, mitad del siglo pasado una frase entre los intelectuales "ir al bar a hacer un carajillo y un Farias" refiriéndose al tabaco más popular y barato en España, incluso hoy día.



A Zalacaín la saltó la historia del "carajillo" contada por algún anciano en un bar de Puerta Cerrada. El bautizo, decía el viejo, fue inventado cuando las tropas españolas para cobrar valor ante los mambises, así le llamaron a los guerrilleros cubanos y filipinos en busca de la Independencia de la Corona, le echaban ron al café para "cobrar corajillo", de ahí pasó a la península pero con otras connotaciones, pues "carajo" es también un sinónimo del miembro viril, y soltaba carcajadas, imagínate, le decía a Zalacaín "echarse un carajillo".



Zalacaín entró al Hotel Europa en la calle del Carmen, popular no sólo por la Iglesia del mismo nombre, también por el Hotel Europa, poco frecuentado por sus paisanos, preferido más por ingleses, norteamericanos y los empleados y oficinistas de la zona de Sol. Desde muy temprano se dan cita los clientes a tomar el café solo, el cortado o con leche acompañado de algo de bollería por 2 Euros, precio muy razonable hoy día, pues en otros sitios de la misma zona puede costar en barra hasta 4 Euros. Y pidió el café con leche, el camarero preguntó "¿cómo la quiere hoy templadita como siempre?", Zalacaín asintió con la cabeza mientras echaba un vistazo a la colección de panes, localizó un "croasán" y lo pidió a la plancha.



Minutos después el camarero aparecía de vuelta con una "croasán" perfectamente cortado por el medio, abierto, como un pescado a la plancha, con un ligero tono oscuro en las partes donde el calor había sido más firme, la textura suave como si decenas de hojas micrométricas hubieran sido sobrepuestas para formar el todo, el olor de mantequilla y una vista espectacular. Tomó algo de mermelada y la embarró para darse un doble placer matutino, la mezcla del café con leche madrileño y el "croasán" aportado por los vieneses.



Efectivamente, recordó Zalacaín, si no fuera por los panaderos de Viena no tendría occidente el famoso cuerno o media luna bautizado en francés como "Croissant". Austria había sido invadida por los turcos y en 1683 el Gran Visir Kara Mustafá al mando de los otomanos conquistaron las naciones en el Danubio, les faltaba Viena, el último baluarte cristiano, la cercaron pero no pudieron tomarla.



Mustafá planeo entonces el asalto por sorpresa, socavaron un túnel debajo de las murallas. La operación se hizo por la noche para evitar ser descubiertos.



Pero se toparon con un hábito cotidiano de los panaderos vieneses, famosos ya por esas épocas, quienes también trabajaban de noche. Y he aquí, los panaderos escucharon los ruidos y dieron la voz de alarma, el ejército austriaco sorprendió a los turcos y los expulsaron totalmente luego con el auxilio de la caballería al mando del rey de Polonia, Jan Sobieski III.



En recompensa el Emperador de Austria Leopoldo I concedió a los panaderos honores y privilegios como usar la espada al cinto. Los panaderos agradecidos hicieron dos panes para conmemorar el hecho, a uno le llamaron "emperador", al otro "halbmond" o sea una "media luna" el emblema del ejercito derrotado, rebautizado después en francés como "croissant".



Zalacaín se llevó a la boca el último trozo del sabroso "croasán" y terminó de deglutirlo con el último trago de café con leche, un clásico de Madrid.



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