¿Y el humanismo?




Por Soleares


Jesús Manuel Hernández





Si una notable carencia ha tenido el estilo de gestión gubernamental estos tres años ha sido el desaire a los temas sociales. Sin duda se han privilegiado los asuntos que comprometen la imagen pública espectacular, digamos que cualquier crítico en su sano juicio diría que este no es un gobierno que ponga al ser humano como centro de su gestión.





Llaman la atención estos días los casos del despido de empleados sindicalizados del Hospital del Niño Poblano, otro de una señora que después de 26 años de servicio en el Issstep es despedida en un reajuste de personal por la sucesión sindical de la institución, aunque ella alega que es por haber defendido a su hijo del mal trato en la guardería.








Al interior de la burocracia local estos son los primeros síntomas de un nuevo ajuste de cuentas por que el dinero no alcanza para mantener en activo los servicios que prestan las instituciones.





Los contrastes son destacados por quienes sienten ser objeto de una vejación en aras de mantener el stato quo de los gobernantes sin sacrificar nada.





Los últimos días han sido de quejas ciudadanas por los conflictos viales derivados de las obras estratégicas de impacto visual del gobierno, como las repavimentaciones de importantes avenidas al mismo tiempo, provocando con ello, cierres de cruceros importantes, muchas horas en el traslado, retrasos en las llegadas a los centros de trabajo, escuelas, con las consecutivas pérdidas de premiso, reconocimiento por la puntualidad.





Pareciera que al gobierno eso no le importa, no le interesa la condición de vida cotidiana, sólo lo que pueda generar focos, reflectores para el presente y el cercano futuro inmediato.





Una de las acciones más graves es la que viene cometiendo el Soapap, o las empresas que laboran para ella en la instalación o verificación de tomas de agua y drenaje en el Centro Histórico donde se ha levantado el adoquín o pavimento y no se ha compactado convenientemente, por las prisas, sólo se colocan los adoquines como si de armar un rompecabezas se tratara.





El paso de los vehículos ha ido levantando paulatinamente los adoquines que se mueven al no tener la base compactada, pronto vendrán las lluvias, el agua hará su trabajo, penetrará, creará baches, entorpecerá el tránsito vehicular y se volverá un caos de calles como si de trincheras del sitio de Puebla se tratara.





¿A quién culpará el respetable? Sin duda al gobierno, pero a cuál gobierno ¿al federal, al estatal? No, por desgracia volteará los ojos al Presidente Municipal de Puebla, el menos culpable, pero sobre quien seguramente caerán las críticas populares.





O sea, el gobernador a salvo, cuando la decisión de perforar, cortar y dejar cicatrices es del inquilino de Casa Puebla.





En fin, Antonio Gali tiene mucho en que pensar.











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