El discurso de Díaz Ordaz





Por Soleares


Jesús Manuel Hernández




Si ya de por sí, los asuntos políticos de México crean corrientes de opinión en el extranjero donde la prensa internacional se da vuelo en comentarios y análisis sobre los desaciertos de los últimos dos meses; ahora el tema económico empieza a rondar en la escena.





El precio del barril a 79 dólares para el presupuesto de 2015, en lugar de 82, será según los expertos, una ausencia de más de mil millones de dólares en ingresos del gobierno mexicano, pese a la Reforma Energética.






Hace unos días en reunión de Coparmex, los empresarios a "sotto voce" se transmitían mensajes sobre lo que se espera para el próximo año si la economía no mejora.





Muchos señalaron que el problema está en la Reforma Hacendaria, esa que Luis Videgaray sostuvo con todo el apoyo presidencial en aras de prometer "un mejor país, un mejor México", como dijera Peña Nieto en su segundo informe y cuando Ayotzinapa no había marcado su presente y su futuro.





Caras largas, preocupadas, los capitales atemorizados, los empresarios ansiosos de que Peña Nieto dé el golpe de timón acertado, pues si lo diera equivocado sería el caos.





Lo que sucede en México se explica con esta anécdota. Dos importantes gestores de las plantas automotrices en Puebla, la de antes y la nueva, confiaron a sus interlocutores que para ellos ahora el tema más difícil es "convencer a los de allá" de que las cosas no están como la prensa internacional publicita.





O sea los alemanes están preocupados de la situación nacional.









Además hay empresarios que encuentran afinidades sospechosas con el movimiento de 1968 y no faltó quien recordara el histórico discurso de Díaz Ordaz:





"Los estudiantes protestan, entonces, porque la policía interviene y la acusan de crueldad, lo mismo que al Gobierno. El dilema es pues, irreductible: ¿Debe o no intervenir la policía?





"Se ha llegado al libertinaje en el uso de todos los medios de expresión y difusión; se ha disfrutado de amplísimas libertades y garantías para hacer manifestaciones, ordenadas en ciertos aspectos, pero contrarias al texto expreso del artículo 9° constitucional; hemos sido tolerantes hasta excesos criticados; pero tiene su límite y no podemos permitir ya que siga quebrantando irremisiblemente el orden jurídico, como a los ojos de todo mundo ha venido sucediendo; tenemos la ineludible obligación de impedir la destrucción de las fórmulas esenciales, a cuyo amparo convivimos y progresamos”.





Y los ahí presentes, en el 68, aplaudieron.





Los de ahora guardaron silencio.





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