#ElRincónDeZalacaín: El Jazmín de Coco

“Una mujer sin perfume no tiene futuro”
Valery

Madrid, España.- Una noticia aparecida en la prensa francesa había repercutido en los últimos días entre quienes compulsivamente adquirían frascos de una de las fragancias rodeadas de misterio y cuyo éxito ha perdurado a casi un siglo de su aparición en el mercado.

De pronto el Chanel No. 5, acaparó pedidos. El origen del aumento de la demanda fue el anuncio de la construcción de un tren de alta velocidad en la Riviera Francesa por encima de los campos donde históricamente desde mediados del siglo XVIII varias firmas están asentadas ahí para cultivar las rosas y el Jazmín de Grasse, cuya participación en la fabricación de perfumes es todo un hito. La casa Chanel advirtió del riesgo de los cultivos artesanales y con ello la afectación de la producción de los famosos perfumes.

El aventurero Zalacaín había tenido la costumbre de obsequiar a las damas de 40 y más años, el famoso Número 5. La tradición le había sido inculcada por Violeta, su madrina, una mujer de unos 55 años cuando Zalacaín era un adolescente, quien se había educado muy cerca de los protocolos diplomáticos europeos y con quien coincidió alguna vez en Marsella desde donde emprendieron un viaje por toda la costa hasta llegar a Génova; estando en Mónaco la madrina insistió en hacer una visita a Grasse, cuna de los perfumes más famosos del mundo, según le contaba.

La charla en el autobús fue encantadora, el aventurero se enteró ahí de la historia del perfume más famosos del mundo en aquel momento, lo usaba Marilyn Monroe, entre otras conocidas mujeres.

Todo se inició por la afición de Catalina de Medicis y la corte de Florencia a los olores de las fragancias en el siglo XVI. En esos tiempos los habitantes de Grasse se dedicaban a la curtiduría y al cultivo de flores, las rosas y los jazmines principalmente; el jazmín de origen indio había sido introducido por Marco Polo a tierras europeas y debido a las fragancias producidas para quitar los malos olores, los florentinos y los venecianos adoptaron la costumbre de perfumarse; y Grasse mantenía relaciones comerciales con Florencia de donde el curtidor y perfumero Galimard le obsequió unos guantes de piel perfumados, fueron la sensación y se pusieron de moda inmediatamente.

Catalina casó con Enrique, el hijo de Francisco I de Francia y se mudó a París, luego sería coronada reina consorte; la Medicis llevó consigo a su perfumero personal, Renato, rodeado de leyendas negras, pues lo mismo preparaba los perfumes de la corte francesa y los encargos de “venenos” de la Medicis. Renato instaló su negocio en el soportal frente a las Tullerías, y cobró fama, se le conoció luego como el “Portal de los Perfumeros”; en consecuencia, París empezó a practicar las buenas costumbres, como el uso del tenedor para trinchar los alimentos, y los perfumes.

Pero Gabrielle Chanel, dijo Zalacaín, primero fue modista; “no –dijo su madrina- primero fue sombrerera”, luego sería modista y perfumera antes de la Segunda Guerra Mundial cuando los franceses “chic” se envolvían en los aromas de esencias y flores como las violetas, rosas, azahares y jazmines, incluso los talcos se perfumaron y se hicieron vapores florales, para cubrir los olores dejados por el jabón de lejía empleado por las mujeres en su aseo personal.

Chanel incursionó en ese campo con un agua basada, dijeron entonces, en los secretos de los perfumes florentinos de Catalina; pero no fue así, dijo la madrina mientras encendía un largo cigarrillo con olor de violeta, se habían detenido en el camino para el almuerzo, y la historia del Número 5 continuaba.

Chanel tuvo un amante ruso, quien había huido de la revolución, era el duque Dimitri Pavlovich, quien entre sus amigos había protegido la salida de Moscú de Ernest Beaux, perfumero oficial de los zares, quien empezó a experimentar con las fragancias ya famosas de Grasse donde monto un laboratorio.

Chanel estaba convencida de la necesidad de dotar a las francesas de un aroma donde se evocara la feminidad; en aquellos tiempos cobró fama la obra del poeta Paul Valery quien había escrito sobre el tema, “el perfume es lo que tiran las flores al secarse”, y concluía su explicación con una frase grabada en la mente de la madrina Violeta: “Una mujer sin perfume no tiene futuro”.

Fue en 1921 cuando Beaux le presentó a Coco Chanel los primeros experimentos de la fragancia para distinguir a la ya entonces famosa modista de la rue Cambon. Los frascos fueron numerados del 1 al 5 una parte, y otra del 20 al 24. Dos olores fueron seleccionados por Coco, el 22 y el 5, y éste sería el gran finalista.

Y empezó la leyenda del perfume, Chanel lo aplicó en las manos y el cuello de sus invitadas a las fiestas, lo llevaba consigo siempre en su bolso, en el pequeño y minimalista frasco especialmente diseñado donde las leras “C” de su nombre y apellido se entrelazaron y formaron el anagrama más distinguido de los años siguientes en el mundo de la moda.

Y la leyenda continuó, el secreto de los ingredientes se mantuvo bajo llave, fue conocido por Beaux y un reducido número de colaboradores, la fórmula después sería sustraída para llevarla a Estados Unidos donde se instalaron luego de la Segunda Guerra Mundial los socios de Chanel, la familia Wertheimer.

Años después Zalacaín leería sobre el tema, los biógrafos de Coco Chanel calcularon en 80 el número de ingredientes del perfume, el más importante las flores de jazmín de Grasse cortadas a mano, hoy en peligro.

A Chanel le persiguió el número 5 desde el descubrimiento de su perfume, la diseñadora seleccionó el 5 de febrero y el 5 de agosto de cada año para presentar sus colecciones.

Zalacaín recordó con añoranza aquellas charlas con su madrina, quien siempre citaba a Marilyn Monroe cuando en una entrevista le preguntaron qué usaba para dormir, “unas gotas de Chanel No. 5”, eso bastaba.

El aventurero se dirigió a la perfumería de confianza y pidió la fragancia. Está agotado, le dijeron…



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