Ser maestra, el mejor oficio que pude escoger: Carmen maestra originaria de Zacapala


Verónica De La Luz 

AHUEHUETITLA, Pue.- Carmen Anaya vive a 44 kilómetros de su familia. Cuando la dejó para perseguir su meta de ser profesora, hace cinco años, no imaginó que pasaría días sin comer, pernoctaría en la escuela, caminaría media hora bajo el sol para llegar a su centro de trabajo y tendría zozobra ante la amenaza de la delincuencia.

El salón en el que da clases a siete niños de la comunidad de El Papayo, colinda con un monte seco en el que hay pocas viviendas. Las paredes están desgastadas y decoradas con diagramas que muestran el abecedario; hay escasas bancas y un rincón de lectura con algunos materiales que los menores usan a diario.

La temperatura en la zona llega a los 30 grados el día de la entrevista. La maestra del Consejo Nacional de Fomento Educativo (Conafe) suda por el efecto del clima pero también tiene miedo de que sus visitantes pertenezcan al crimen organizado y pudieran causar alguna afectación a los menores. Y es que el ambiente en la comunidad es de incertidumbre, ante supuestos intentos de rapto de alumnos.

Carmen, de 32 años de edad, vence a la desconfianza y decide abrir las puertas para explicar su corta trayectoria, pero que la ha hecho pensar que ser maestra es el mejor oficio que pudo escoger porque es una de las formas de motivar a la infancia en un lugar donde no hay oportunidades laborales para los mayores.

Pese a la falta de otros mentores, de salones, material didáctico, juegos infantiles, bardas y desayunador, la tutora de los niños considera que está mejor que otros compañeros, pues hay comunidades en las que las aulas están construidas con madera o adobe y tienen techos de lámina o con excesivas goteras.

Se siente afortunada porque en el lustro de actividad, ha pasado por los municipios de Cuayuca de Andrade, Tepexi de Rodríguez, Tehuitzingo y Acatlán de Osorio, sin que hasta el momento haya sido víctima de la violencia, pues comenta que “hay rumores” de que algunas maestras sí han pasado por episodios lamentables (como secuestros o intentos de asesinato), sin que se den a conocer públicamente.

La joven, que vivía con sus padres antes de mudarse a sus diferentes empleos, explica que sería imposible la docencia sin el apoyo de Conafe, pues solo con el bachillerato terminado, le dieron la oportunidad de estar frente a grupo. Aunque la compensación económica es mínima, el trabajo le es satisfactorio, pues en un año podrá alcanzar una beca federal para hacer sus estudios profesionales.

Oriunda de Zacapala, Carmen solo viaja los fines de semana hacia su comunidad. Cuando los lunes regresa a la escuela, tiene que emprender camino desde las 4:00 horas para llegar a la escuela a las 8:00 o 9:00 horas y comenzar la jornada escolar.

Dice que son cientos o miles de educadores del estado –sean profesionistas o no– los que deben viajar por horas para dar clases, lo que en estos tiempos no solo representa un gasto diario, sino enfrentarse a los riesgos de seguridad que las carreteras tienen, tanto por los conductores ebrios como por la delincuencia organizada.

La entrevistada señala que el caso de los profesores de Conafe es particular, pues la comunidad se compromete con ellos para proporcionarles alimentación todos los días, los acompañan en los trayectos, les dan hospedaje y están al pendiente de los centros de trabajo. La escuela en la que da clases Carmen, tuvo un intento de asalto.

“Como maestros de Conafe, tenemos que ir a donde nos manden. Afortunadamente, los padres han sido amables conmigo en cualquier parte. En mi caso, tengo la vocación para esto, y me emociona cuando veo el progreso de un niño. Una vez pensé en irme (de la actividad) pero voy a estar el tiempo que sea necesario”.

El mayor problema al que se ha enfrentado –explica– fue cuando en una comunidad, una niña se accidentó en la zona de juegos; los padres pretendían un pleito legal pero el asunto se solucionó. El evento que más le ha dejado satisfacción fue saber que uno de sus alumnos pasó un examen de primaria con la más alta calificación, aun cuando era discriminado por provenir del sistema Conafe y no de la Secretaría de Educación Pública (SEP).

La facilitadora dice que aun sin un título profesional que la acredite como maestra, los habitantes de la región la reconocen como tal. Ella se esfuerza, brinda cursos extraordinarios para los menores, pues al final del día, el abrazo de uno de los alumnos de preescolar, le hace sentir que todo ha valido la pena.



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